Leyendo un libro, me encuentro con la historia de una chica, pelirroja y rara, que se encuentra tirada en el piso, en medio del salón, donde se hallaban un grupo de jóvenes para compartir un tema. La joven en el piso observaba como aquellos jóvenes en su sillas, unos sentados de brazos cruzados sobre el pecho como para protegerse de los peligros que le que pudieran amenazarlos en la reunión, otros tenían las manos en las biblias que reposaban sobre sus piernas, como si dijeran: ¨estoy aquí para portarme bien¨.
En un momento, el líder que guiaba el grupo, se dirigió a la joven pelirroja, tirada en el piso, atenta a cada palabra, y le pregunto: - cual es tu nombre, y a que te dedicas? Ella le contesto: -mi nombre es Nancy, y soy una discípula de Jesucristo, disfrazada muy hábilmente de operadora de maquinas.
Todos se sorprendieron de su respuesta, quizás otros habrían respondido: mi Nombre es Juan y soy medico,o mi nombre es Elena y soy maestra, etc.
Pero el punto de aquella joven ordinaria y sencilla era considerarse primero que todo, una seguidora de Jesucristo. Ya no usamos mucho la palabra discípulo, y preferimos llamarnos cristianos, palabra que esta llena de ambigüedades y malentendidos, que casi ha perdido su significado en el habla moderna.
Por lo general cuando hablamos de discipulado, nos referimos quizás a ese curso que tomamos en general o como un método estructurado de la vida cristiana, bajo la supervision de un ¨discipulador¨.
Pero aquella pelirroja solo nos recuerda que un discípulo es una persona sencilla que vive su vida en la circunstancias cotidianas, de manera que el toque de Cristo sea evidente para todos los que observan. Son personas sencillas que viven una vida extraordinaria.
si! De las personas sencillas salen discípulos extraordinarios
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